Se rompió el sueño. El golazo de Götze nos dejó con una tremenda sensación de injusticia e impotencia. En el alargue, Argentina perdió 1 a 0 con Alemania en la final del Mundial de Brasil. Pero la tristeza no puede tapar la gran performance del equipo argentino.
La Selección se quedó con las manos vacías después de hacer un gran partido ante una Alemania que venía de meterle siete goles a Brasil. La diferencia estuvo en la eficacia: Argentina desperdició las situaciones de gol que tuvo, y en el final Götze acertó.
La Selección se quedó con las manos vacías después de hacer un gran partido ante una Alemania que venía de meterle siete goles a Brasil. La diferencia estuvo en la eficacia: Argentina desperdició las situaciones de gol que tuvo, y en el final Götze acertó.
El seleccionado hizo un partido correctísimo de mitad de cancha hacia atrás, con orden e inteligencia para agruparse. Apostó por esperar con tranquilidad y salió rápido, y así tuvo varias opciones de gol en el primer tiempo. Pero falló en la definición.
Gonzalo Higuaín tuvo la más clara después de un cabezazo hacia atrás de un alemán que lo dejó cara a cara con Neur. Lionel Messi también tuvo su chance importante, y la pelota salió muy cerca.
Además, el árbitro italiano Rizzoli no cobró un bruto penal del arquero Neur sobre Higuaín.
Alemania no pudo desplegar su juego de potencia física y buena técnica. Chocó siempre contra un equipo bien parado. Y la única situación fue un cabezazo en el palo. Nada que ver con el fútbol desplegado ante Brasil. Hoy, enfrente, tuvo un rival serio.
En el segundo tiempo, Alejandro Sabella modificó algo el plan de juego con el ingreso del Kun Agüero, pero el delantero demostró una vez más que estaba fuera de forma física. Igual, Argentina estuvo otra vez más cerca y mereció el gol. Los alemanes tuvieron un remate de Schurrle bien resuelto por Romero, y nada más.
En el alargue, Palacio lo erró cara a cara con Neur. Y Götze no perdonó. Nada más. Nada para reprochar. Solo aplausos y reconocimiento a la entrega y el esfuerzo. A veces, las derrotas duelen mucho. Pero merecen un aplauso final.
