Es uno de los artistas de mayor reconocimiento mundial del chamamé. El acordeonista volvió a cautivar al público del Cocomarola con otra majestuosa demostración de talento, respeto y de verdadero sentido de pertenencia de la cultura chamamecera.
Del mismo color de su vestimenta, blanca, es su pureza chamamecera. Con una constante y generosa sonrisa para su público, Raúl Barboza volvió a despertar admiración por esa sentida y majestuosa manera de interpretar y lucir el chamamé. A sus 83 años tiene la mente y el alma intacta, y el talento deseoso de un músico que no para de sorprender aunque, como dice, "el cuerpo hace lo que puede".
"Soy feliz cada vez que puedo venir a Corrientes, el sólo placer de sentir el viento aquí me despierta profunda felicidad", comentó el músico radicado hace muchos años en Francia, acompañado por su amada esposa Olga Bustamante. Juntos fueron en la aventura deseosa de descubrir el destino de ambos en Europa y juntos volvieron para disfrutar de otra edición más de una de las fiestas más importantes para ellos, como la del chamamé.
Pausado y sereno, como respondiendo al mismo ritmo que transita su espíritu, sabiendo que pagó y con creces el título de chamamecero. Y es que nunca escondió, negó, ni dejó de lado eso que es y que siente, ni siquiera en sus años más difíciles en Francia, donde el bolsillo apretaba, pero el corazón mandaba, cuando le pedían que tocara tango, por el hecho de ser argentino, y el respondía "yo hago chamamé".
Eso vino a hacer en la cuna de este género, demostrando que está intacta su alma litoraleña con profundas raíces guaraníes, aunque la sombra de su árbol se extienda por el mundo.
En su baraja de canciones trajo "Saltos del Guayra" (tema que compuso junto a su esposa) y "Llegando al trotecito", como suele andar de vez en cuando por la vida. De sus sentimientos salieron perfumes de chamamé clásicos como "La calandria" y "Camino a tres palmas", para que el suspiro del público se haga abrazo mundial sobre el escenario y estallaran los sapukái en su honor.
Casi ni se necesitó el pedido tradicional del locutor previo a la despedida, cuando la "yapa" musical anuncia la despedida. "Yo escuché por ahí un pedido, con mucho gusto vamos a acceder, decían ‘Tren expreso’; cómo no, con mucho placer", dijo desde el escenario con sobrado ánimo para soltar sobre los rieles del alma una de sus extraordinarias composiciones. El público quedó maravillado, y escribirlo es poco decir. Así se despidió, el embajador del chamamé de la fiesta, celebrando este reconocimiento mundial de la música que ama.