
De esa compulsa, efectuada fundamentalmente entre alumnos de las escuelas primarias, surgió consagrado el Hornero como ave nacional. Desde ese momento pasó a ser un símbolo.
Esa frágil avecilla, ese simpático furnárido que pasea su elegancia por los parques y campos de nuestra tierra argentina, simboliza de alguna manera a todas las aves que pueblan este trozo privilegiado del planeta que es nuestra patria. Sin embargo su sola proclamación no ha sido suficiente, a lo largo de los 56 años transcurridos desde entonces, para despertar en los niños y en la mayoría de los ciudadanos, el suficiente conocimiento de que los seres alados, todos ellos, son parte integrante del mundo en que vivimos y por lo tanto dignos del mayor respeto. Por ello, Aves Argentinas/ AOP decidió, en una reunión efectuada en agosto de 1982, establecer el “Día nacional del Ave” con el propósito de consagrar un día del año para poner a la consideración pública la importancia y la necesidad de encarar planes de defensa de nuestras aves, para influir, sobre todo en el alma de los niños, el amor y el respeto que se merecen.
Al mismo tiempo, ese día está dedicado a rendir un homenaje a las criaturas aladas a las que tanto les debe la humanidad. La elección de la fecha –5 de octubre- es la que estaba destinada años atrás a conmemorar a San Francisco de Asís, aquel hombre enamorado de la naturaleza y que, según la tradición, hablaba con los pájaros a los que trataba como “hermanos”. Precisamente al cumplirse 800 años del nacimiento de San Francisco, el Papa Juan Pablo II, luego de declararlo patrono de los ecologistas, expresó: “Acostumbrándose a armar y respetar a las criaturas inferiores, siguiendo el ejemplo del “Pobrecito de Asís”, el hombre aprenderá también a ser mas humano con su semejantes. Por lo tanto bendigo a quienes se interesan para que los animales y las plantas sean tratados, franciscanamente, como hermanos y hermanas”
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