21 de septiembre de 2012

Los estudiantes y la primavera festejan su día

En la Argentina, el Día del Estudiante coincide con el de la Primavera y el día de repatriación de los restos de Domingo F. Sarmiento, que murió en Asunción del Paraguay en 1888. Su origen se remonta a la propuesta del entonces estudiante y luego arqueólogo Salvador Debenedetti en 1902, cuando presidía el Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Su iniciativa de declarar el 21 de septiembre como Día del Estudiante fue aceptada en esa facultad y luego se extendió a todo el país.








Es quizás la etapa más complicada del hombre. El adolescente busca diferenciarse del adulto en el intento de construir o modelar su personalidad y su destino. La rebeldía es, por cierto, una de las características de este momento. Tanto el chico como el grande deben enfrentar una sociedad que está cambiando constantemente, tanto en sus formas como en sus contenidos, especialmente en estos tiempos en que ellos son el blanco predilecto del bombardeo permanente de productos de consumo y de modas superficiales que diseñan justamente los adultos.



En un suplemento de Actualidad de nuestro diario de hace unos pocos años, los adolescentes manifestaron su incertidumbre por el futuro laboral, la pobreza, la falta de respeto por los otros y la discriminación, pero esencialmente lo que más los perturbaba era la falta de diálogo. "Me enfurece escuchar a gente de edad pregonar que los jóvenes de hoy están perdidos, que son libertinos, alcohólicos y otras tantas estupideces re-negativas. Pero estoy convencida de que esas personas se olvidaron de que alguna vez tuvieron nuestra edad e incluso hasta la pasaron peor que nosotros, en lo referente a la comunicación y a la comprensión con sus padres y su familia", dijo una chica de 15 años.



En las últimas décadas, se produjeron cambios vertiginosos en las costumbres y en el modus vivendi. Ello significa que el sistema educativo debería transformarse y ayudar al adolescente a defenderse de la manipulación del poder económico y de flagelos como la droga o la soledad, generando programas sociales que despierten en los jóvenes la solidaridad, el compromiso, que reafirmen su identidad. Los jóvenes heredan el mundo que les dejan los mayores. En lugar de criticarlos, hay que ayudarlos a crecer escuchándolos, orientándolos, enseñándoles con autoridad, no con autoritarismo, dialogando. Pero para ello se necesitan educadores que estén en condiciones de hacerlo de ese modo, y un sistema que promueva la comunicación y la participación ciudadana. "¡Que vivan los estudiantes, jardín de las alegrías!", cantaba Violeta Parra.